Es Lisboa una ciudad cargada de recuerdos y contrastes que limitan el espacio de la memoria con algún motivo. Desconozco cual es, ni porque se produce, pero así me siento desde el primer día que de manera inconsciente recorrí sus sonidos y acaricie sus esquinas llenas de decadentes misterios.
Ciudad visitada en diferentes ocasiones y por motivos distintos, sus calles siempre recogieron entre sus adoquines un espacio de mi vida y cubrieron de sensaciones los sueños de muchas noches cansadas de ser ellas, imprimiendo a cada gota del pasado el imborrable resumen de muchos fados inacabados.
En sus calles tengo fotos que me acompañan y disuaden de pensamientos a veces recurrentemente tristes y de rutinas que se instalan sin más entre mis sentidos. En su empedrada memoria hay imágenes, miradas e incluso roces, que provocan la manera en que el retador espejo de mi cuarto deja de ser ilusión y empieza a convertirse en vida cada mañana. Pero eso se quedo en Madrid y ahora ese espacio respira entre nosotros ahogando el pasado.
Hoy la ciudad cansada nos ha dado un rodeo. Era tarde cuando asomó ante nosotros en la lejanía. Mientras, el sol se acurrucaba entre las peleonas nubes que nos acompañaron desde Madrid, escondiendo esa luz de un color oscuro y tamizando oculto en el trasluz de un delicado perfil con sabor a primavera.
El agua azul intenso parece encogerse ante nuestro paso por el puente Vasco da Gama. Unir dos espacios, unir dos sentidos. Acortar distancias entre motivos... Puentes.
El parpadeo del mar me trae de vuelta al presente. Mañana es el gran día. Toca macerar los sueños hasta entonces. Toca creer y sobre todo toca esgrimir las palabras de ese sabio que ya no està: " Ganar, ganar y ganar y volver a ganar".
Coches, banderas que me llevan de nuevo al motivo de este viaje. Colores rojos y blancos que inundan las carreteras de ilusión, esperanza y corazón. Himnos que duermen en la noche esperando a ser punta de lanza de un juego en el que unos se lamentan mientras otros recorren el espacio de cuarenta años en un segundo. Caras, sonrisas, bufandas y banderas que ondean por miles y miles de ventanillas. Gestos, defensas, delanteros, porteros y medios.... . Todos preparados para seguir soñando.
Lisboa espera de nuevo. Ya nos conocemos. Ya sabemos de quien estamos hablando. Mi camiseta, mi bandera, mis recuerdos .... Todos irán conmigo. Ellos siempre están a mi lado.
Y por eso... ¡Seguimos adelante.!
Ciudad visitada en diferentes ocasiones y por motivos distintos, sus calles siempre recogieron entre sus adoquines un espacio de mi vida y cubrieron de sensaciones los sueños de muchas noches cansadas de ser ellas, imprimiendo a cada gota del pasado el imborrable resumen de muchos fados inacabados.
En sus calles tengo fotos que me acompañan y disuaden de pensamientos a veces recurrentemente tristes y de rutinas que se instalan sin más entre mis sentidos. En su empedrada memoria hay imágenes, miradas e incluso roces, que provocan la manera en que el retador espejo de mi cuarto deja de ser ilusión y empieza a convertirse en vida cada mañana. Pero eso se quedo en Madrid y ahora ese espacio respira entre nosotros ahogando el pasado.
Hoy la ciudad cansada nos ha dado un rodeo. Era tarde cuando asomó ante nosotros en la lejanía. Mientras, el sol se acurrucaba entre las peleonas nubes que nos acompañaron desde Madrid, escondiendo esa luz de un color oscuro y tamizando oculto en el trasluz de un delicado perfil con sabor a primavera.
Lisboa al fin y al cabo es un estado de ánimo, el anímico resultado del que no sabe en que dirección va el que espera y aún así se muestra decidido por subirse a el
A ratos, ese cielo epistolar con sus aires de prepotencia, ha provocado algunas gotas tardías que apenas llegaban al suelo, que no conseguían mojar los perdidos colores de este viernes con sabor a verano. Otros, un viento con sabores diferidos de un mar que dejamos de lado, nos confiere un aroma a costa, a sonidos semejantes y distintos en sí mismos, a sal baldía, pérdida y asustada. A renuncia, a soledad... A un mar imborrable que me arrebata una dulce melodía. Huele a fin, a costumbre, a miedo.... Lo que el mar te da....El agua azul intenso parece encogerse ante nuestro paso por el puente Vasco da Gama. Unir dos espacios, unir dos sentidos. Acortar distancias entre motivos... Puentes.
El parpadeo del mar me trae de vuelta al presente. Mañana es el gran día. Toca macerar los sueños hasta entonces. Toca creer y sobre todo toca esgrimir las palabras de ese sabio que ya no està: " Ganar, ganar y ganar y volver a ganar".
Coches, banderas que me llevan de nuevo al motivo de este viaje. Colores rojos y blancos que inundan las carreteras de ilusión, esperanza y corazón. Himnos que duermen en la noche esperando a ser punta de lanza de un juego en el que unos se lamentan mientras otros recorren el espacio de cuarenta años en un segundo. Caras, sonrisas, bufandas y banderas que ondean por miles y miles de ventanillas. Gestos, defensas, delanteros, porteros y medios.... . Todos preparados para seguir soñando.
Lisboa espera de nuevo. Ya nos conocemos. Ya sabemos de quien estamos hablando. Mi camiseta, mi bandera, mis recuerdos .... Todos irán conmigo. Ellos siempre están a mi lado.
Y por eso... ¡Seguimos adelante.!