Decía
Antonio Vega:
Azul, líneas en el mar, que profundo
y sin domar acaricia una verdad.
Eh, tú, no lo pienses más,
o te largas de una vez o no vuelves nunca hacia atrás.
Al levantarme fue la primera pregunta que me hice: ¿Y tu?.
Tu ya no estas.
Día feo, de lluvia y tormentas, de neblinas y toxicas
noticias. Día de anuncios que rompen esquemas como el de la carne en todas sus
variantes. Y día de sobrecogimiento como el terremoto de Afganistan. Terminadas
las noticias, el dia como siempre, tiene que parecer espectacular.
La lluvia atenúa y el viento es una leve brisa que limpia
los sentidos y los convierte en un brillo de colores azules intensos, blancos
llenos de luz y eso quiere decir que entramos a la Medina de Chaouen.
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Lavaderos |
Por la carretera de los lavaderos inundando la colina se divisa el infinito de casas que se acomodan
entre en sus faldas, colmando de colores azules, rojos y blancos la ciudad de
Chaouen. Seguimos bordeando la carretera hasta llegar a un edifico que protegía
un campo de fútbol de ceniza y las escaleras que bajaban al rio con sus
zarzales e higueras haciendo de paredes vegetales en el camino, me han devuelto a la época del
pueblo, de la recogida de aceituna, del huerto de la bermeja donde mi tio me
enseño a plantar cebollas, tomates, pepinos..etc… . Aquellos recuerdos han
quedado detenidos unos minutos en ese sendero dirección a los lavaderos.
El sonido de las acequias con el agua brotando limpia por
sus paredes de cemento me recuerdan a la niñez. Arriba, levantando levemente la
cabeza me ha mantenido la mirada un puente de ojos cuadrados, limpio por sus
lados,
sin defensas: El puente de los
portugueses. Construido por los presidiarios portugueses apresados en las
costas de Ceuta en los mil y un intentos de adueñarse de la costa mediterránea
es un acceso mas a la medina de la ciudad. Por sus calles brota el agua sin
parar y dentro de las casas todavía se conserva algún molino de agua que ha
sido conservado por la diputación de Granada y que ahora son patrimonio de la
ciudad.
Rif Sebbanin, el barrio de los lavaderos.
Hasta cuatro he conseguido ver en perfecto estado. Tan sólo en uno había actividad
pero los fines de semana las mujeres llenan cada tabla de ropa y jabón mientras
el agua corre sin detenerse limpiando cada pieza amontonada en los muchos
barreños que se apilan en el suelo.
Va a ser muy difícil describir las
sensaciones que producen estas estrechas calles de la medina de Chaouen.
Divisar a lo lejos el minarete de la mezquita de los andaluces, la mas antigua
de la ciudad es adentrarse en un mundo distinto, en un espacio de recogimiento,
en un silencio poco común, en calles llenas de pequeños bazares llenos de telas
y artesanías.
Definitivamente este lugar me ha metido de
lleno en Marruecos. Los colores y sabores de esta ciudad sirven de pulso al país,
me llevan a pensar y hacerme una idea de que estoy en una tierra llena de posibilidades,
un lugar donde hay muchas cosas por hacer. Si el capitalismo no acaba con
ellos, Marruecos puede, pasados algunos años, convertirse en un largo destino de vacaciones
o porque no, en un destino para vivir. Aunque para eso quedan mucho trabajo que
hacer.
Los minaretes llaman al rezo. Las calles se
vacian y el click de la cámara es un estruendo en el reposo de los callejones y
pasadizos que confieren un aire misterioso a este lugar. Apenas se oye el
especial ruido de algunas babuchas al rozar las empedradas calles. Apenas leves
sonidos confusos que se amontonan unos detrás de otros cuando los niños vuelven
de la escuela. Yo mimetizo mis movimientos para poder esconder mi ojo entre las
calles y robar alma tras alma las postales que me llevare a Madrid. Me quedo
con un pedacito de su esencia. Espero dejarles unos gramos de emociones, buena
charla y sentido del humor.
Me he sentado a charlar con Rachid, mi
tocayo, aunque a él le habría gustado más que saliera de su bazar con las manos
llenas de bolsas. “Todavía estoy esperándote amigo. “ me decía en tono burlón
al caer el sol y ver que seguía regateándole con palabras cada iniciativa de
venta que él me ofrecía.
Mohammed, el del telar del barrio ER RIF ANDALUZ, no se ha preocupado tanto por vender mas que por
enseñarme como se usaban las manos, los hilos y el resultado final. Se le veía orgulloso
de su labor, entretenido en su cometido. Cada dia hacia un metro cuadrado de
tela. ¡Precioso.!.
Abdul en cambio es un bereber del
sur del Sahara. Vende sus motivos tribales en latón y cuero y se sienta en el
suelo con un te a charlar de sus amigos españoles. Le gusta que le cuente como
es Madrid y cuando le hablo de como se vive allá, se ríe incrédulo con esa
expresión de : ¡estos son gilipollas!.
Y asi una vez mas el camino acaba
en la Plaza de Uta Hamman.
La lluvia ha hecho que las calles se derritan a nuestro
paso. Los adoquines y empedrados se disuelven en reflejos de agua y luces
amarillas donde se calcan las pisadas de los vecinos que suben y bajan por las
empinadas calles de la medina. Las chilabas y el chador de las mujeres
conforman el óleo con que se dibujan los paisajes de esta ciudad.
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Medina de Chaouen al anochecer. |
En general reina el respeto, la cortesía y la amabilidad. Me
he sentido bien recibido por la mayoría de las gentes de este lugar. Son
hospitalarios. Son educados y cordiales. Hay una cierta barrera cultural que
cada vez veo mas cercana, mas llana, menos agresiva que cuando hace años bajaba
por aquí.
El clima ha sido desapacible. Las piernas empiezan a
resentirse y piden un descanso a gritos. Pedro ha buscado las opiniones de un
sitio para comer llamado Sofía. Es un lugar medio escondido en un callejón del
barrio Andalusi. No tiene nada especial. Ni las mesas ni las sillas…y encima
tenemos que esperar media hora. Pero ha merecido la pena. La harira de
verduras: de lujo. Y el Tallin de pollo con verduras espectacular. Sofia, en
Chaouen. No para de hablar. No para de cocinar. Le luce mas lo segundo… .
Desde Londres las noticias me emocionan. Son alegres, llenas
de animo. En Madrid todo sigue su curso, la vida continua y tira mucho de mi. ¡Son
especiales.!
Mañana cambiamos de costa. El olor del Mediterráneo se torna
a sabor del Atlántico. Estoy deseando ver la puesta de sol de Asilah. Pero eso será
mañana. Ahora mi último pensamiento es para los sueños donde vaguemos juntos
sin mas.
Buenas noches Londres.
Buenas noches Madrid
Buenas noches Chaouen.