Lluvia en la Habana |
Puede que los viajes sean una sucesión de acontecimientos que ocurren demasiado deprisa, sin apenas tiempo para digerirlos, sin lugares comunes donde conjugar el presente con los días vividos y esto ayude a pensar o hacernos creer, que la vida es un espacio distinto a esa realidad rutinaria a la que volvemos una vez terminado ese sueño que es: "el viaje". En él incluso apreciamos el pasado más cruel de una forma más amable y somos capaces de perdonar los desmanes y las mentiras con la suavidad del tiempo y el brillo del cariño pasado.
La Habana a veces me pareció un lugar común, un espacio donde se entremezclan los sabores y los sonidos, los olores y las palabras que confluyen este presente real y absoluto.
Esto que pudiera parecer una clase de filosofía, es la realidad que me llevo a mi casa, al lugar donde me esperan los míos, al refugio donde descansar los sentimientos, al confortable rincón donde me acurruca la vida hasta intentar hacerme más feliz. Allí, en la soledad de los días y las noches, buscaré los espacios donde ubicar estos recuerdos, los paseos y las imágenes congeladas en mi corazón. También las sensaciones que me acompañaron estos días: pasear de la mano con esa persona especial que no está aquí, soñar con un café o un ron cubano en la ruidosa Habana nocturna o buscar los sueños que se rompieron y siempre tuve la ilusión de volver a encontrar. En ellos esta la vida, la esperanza, el futuro.
Cuba me ha enseñado a perder el miedo a intentar ser feliz, sin pensar que le debo nada a nadie. Sus gentes me han hecho aprender a que con casi nada uno puede llegar a casi todo. A qué los trenes pasan y el que no se monta no es porque llegue tarde, sino porque no tiene la voluntad de compartir ese "viaje" contigo. Unas veces elegimos a las personas con las que queremos pasar el resto de nuestra vida y otras, esas personas nos des-eligen a nosotros. A veces todo coincide y los momentos de felicidad se multiplican. Otras no hay coincidencia posible y uno debe asumir la pérdida, dejar que el tiempo nos cure de ausencia e intentar ser felices.
La calle Obispo despide la Habana con sus habituales sonidos salseros. Las últimas compras ( y las primeras....) las hago por la Habana vieja sin poder pararme demasiado en cada lugar por mi incontinencia a seguir disparando la cámara una y otra vez. La lluvia da brilló al asfalto y lo convoca a la fiesta de colores que cada día se asoman a las calles de esta ciudad.
Es el momento de las despedidas. Lugares que se sonrojan por su desnudez tras el paso del tiempo quedarán congelados en mi memoria y, como no, en mi cámara. Personas a las que sé, no olvidaré jamás, y a las que tengo la necesidad de volver a ver, seguirán de mi mano un camino que ya hemos empezado a recorrer juntos. Se asomaran las caras y los espacios vacíos a mi mente en un frío Madrid de invierno y conseguiré reflejar sobre las miradas de tantos de vosotros la sonrisa que me ha acompañado cada día de esta hermosa estancia a la ciudad de las ilusiones, a el país de las posibilidades, al centro del ingenio, a este lugar llamado Cuba al que tengo la sensación de que muy pronto he de volver.
Buenas tardes Habana. Buenas noches Madrid.
Peluquería Habana vieja |