sábado, 2 de marzo de 2013

Chan chan ( Compay Segundo) o como decir adiós con son cubano.

Lluvia en la Habana
Puede que a veces la vida consiga confundirnos hasta el punto de que nos creamos una realidad imaginaria que por supuesto no existe, una sucesión de vidas paralelas que nos ayuden a seguir viviendo con nuestras decisiones.

Puede que los viajes sean una sucesión de acontecimientos que ocurren demasiado deprisa, sin apenas tiempo para digerirlos, sin lugares comunes donde conjugar el presente con los días vividos y esto ayude a pensar o hacernos creer, que la vida es un espacio distinto a esa realidad rutinaria a la que volvemos una vez terminado ese sueño que es: "el viaje". En él incluso apreciamos el pasado más cruel de una forma más amable y somos capaces de perdonar los desmanes y las mentiras con la suavidad del tiempo y el brillo del cariño pasado.

La Habana a veces me pareció un lugar común, un espacio donde se entremezclan los sabores y los sonidos, los olores y las palabras que confluyen este presente real y absoluto.

Esto que pudiera parecer una clase de filosofía, es la realidad que me llevo a mi casa, al lugar donde me esperan los míos, al refugio donde descansar los sentimientos, al confortable rincón donde me acurruca la vida hasta intentar hacerme más feliz. Allí, en la soledad de los días y las noches, buscaré los espacios donde ubicar estos recuerdos, los paseos y las imágenes congeladas en mi corazón. También las sensaciones que me acompañaron estos días: pasear de la mano con esa persona especial que no está aquí, soñar con un café o un ron cubano en la ruidosa Habana nocturna o buscar los sueños que se rompieron y siempre tuve la ilusión de volver a encontrar. En ellos esta la vida, la esperanza, el futuro.



Cuba me ha enseñado a perder el miedo a intentar ser feliz, sin pensar que le debo nada a nadie. Sus gentes me han hecho aprender a que con casi nada uno puede llegar a casi todo. A qué los trenes pasan y el que no se monta no es porque llegue tarde, sino porque no tiene la voluntad de compartir ese "viaje" contigo. Unas veces elegimos a las personas con las que queremos pasar el resto de nuestra vida y otras, esas personas nos des-eligen a nosotros. A veces todo coincide y los momentos de felicidad se multiplican. Otras no hay coincidencia posible y uno debe asumir la pérdida, dejar que el tiempo nos cure de ausencia e intentar ser felices.


La calle Obispo despide la Habana con sus habituales sonidos salseros. Las últimas compras ( y las primeras....) las hago por la Habana vieja sin poder pararme demasiado en cada lugar por mi incontinencia a seguir disparando la cámara una y otra vez. La lluvia da brilló al asfalto y lo convoca a la fiesta de colores que cada día se asoman a las calles de esta ciudad.


Es el momento de las despedidas. Lugares que se sonrojan por su desnudez tras el paso del tiempo quedarán congelados en mi memoria y, como no, en mi cámara. Personas a las que sé, no olvidaré jamás, y a las que tengo la necesidad de volver a ver, seguirán de mi mano un camino que ya hemos empezado a recorrer juntos. Se asomaran las caras y los espacios vacíos a mi mente en un frío Madrid de invierno y conseguiré reflejar sobre las miradas de tantos de vosotros la sonrisa que me ha acompañado cada día de esta hermosa estancia a la ciudad de las ilusiones, a el país de las posibilidades, al centro del ingenio, a este lugar llamado Cuba al que tengo la sensación de que muy pronto he de volver.


Buenas tardes Habana. Buenas noches Madrid.



Peluquería Habana vieja
T

viernes, 1 de marzo de 2013

Imaginar Cuba.

Imaginar Cuba no es vivir en Cuba. Ver sus playas y sus calles en la televisión, acudir a los póster que inundan las agencias de viajes: esa no es la Cuba que yo he conocido.

Esta vez la carretera huye de la Habana y se dirige a Pinar del río, un lugar desde donde se pueden avistar plantaciones de tabaco durante kilometros a ambos lados del camino. Los famosos cohibas salen de muchas de están plantaciones: el " espléndido" de Fidel y el " robusto" del Che Guevara.

Al llegar a la ciudad, como si se tratara de un sueño, alguien grita en la calle: ¡gol de Cristinano, goooool...! No me lo puedo creer, el fútbol como la Coca cola llegan a todos los rincones del mundo. Incluso aquí.

Para llegar a la plantación hay que atravesar un camino difícil, pedregoso y con muchos baches. El día esta nublado, parecía que lluvioso, aunque no ha caído ni una sola gota desde la llegada. Las plantaciones se suelen componer de los campos de cultivo, una gran secadero donde se separa la hoja y se cuelgan para su secado, y una pequeña casa para que viva la familia que regenta el campo.

 

Cuando llegamos al lugar en el secadero ( la parte más bonita de la plantación...) estaban trabajando dos mujeres. Separaban las hojas, las cosían en pequeños mazos y las colgaban para que el secado fuera natural, al aire. Otro hombre cortaba la hoja en el campo y ayudaba en las tareas de carga y descarga. El resto de los trabajadores, sólo venían cuando cuando se les requería hasta un número de 18 personas

Noto el cansancio, debe ser el calor. Hoy el bochorno es sofocante. Ojalá lloviera un rato y así poder refrescar los campos y de paso refrescarnos nosotros.

Los edificios de esta ciudad siguen la línea neoclásica colonialista de la Habana. Su riqueza pasada mantiene la mirada al pasado, se recrea en su grandeza, se convierte en un corazón decadente pero lleno de vida.

Recordare a esas mujeres cosiendo tabaco más que el proceso de producción, porque sin duda son las gentes las que conforman las calles, los edificios y las ciudades, son ellas las que dan sentido a cada situacion a cada circunstancia. Sin ellos nada tendría vida, tan sólo una ciudad llena de fantasmas, un cuerpo sin alma, un lugar oscuro sin apenas luz. Y así de vuelta la refugio... .

La Habana, territorio conquistado, vuelve a ser mi casa. Las calles llenas de barro y agua, dan un sonido especial a la ciudad. La luz se esconde entre los árboles y las sábanas que cuelgan de lo edificios o los paraguas ( sombrillas) que pueblan las zonas mas concurridas de la Habana vieja que a la vez te protegen de una lluvia suave y agradable que hacen más llevaderos los cansados paseos.

Los edificios están más destruidos, si cabe, en esta zona, llegando a la iglesia de la merced. Allí se ubica un gimnasio que iba buscando, donde se practica boxeo. Ya me habían avisado de que este es uno de los deportes estrellas en Cuba y tenía curiosidad por conocerlos. La verdad no me ha defraudado.

La labor con los chicos y también con los adultos supera lo imaginable. Las vendas para protegerse las manos, cuelgan de los andamios que conforman los graderíos. Los guantes puestos en fila, son comunes y van rotando por turno, cuando les toca subir al cuadrilatero. Por ahi, alguien dice : ¿ españoles? Si ¿que paso con José Legra? Que esta ya muy mayor...

El gimnasio tiene luz natural, unos graderíos viejos pero útiles. Esta encajado entre cuatro edificios, lo que le da un ambiente cercano y acogedor.

Si llevas algún tiempo viajando por el mundo te das cuenta de que este lugar respira historia, magia... humanidad. En este sitio se aprende algo más que un deporte.

La experiencia al recorrer la ciudad me dice que el final se acerca. La 23 con la 12, la calle San Lázaro, el Malecón y sus 7 km de mar dan una salida necesaria a la Habana calurosa, a la ciudad que nunca duerme, a los habitantes que transitan y relajan sus rutinas en esta parte

Un rumor de melancolía provoca en las calles una batería de fotografías. Cada paso una persona, cada persona una foto. Voy a seguir dialogando con esta ciudad. A veces las palabras darán tregua a la imágenes. Otras veces serán están quienes ahoguen los sonidos de las palabras para inundar de colores sobrios el objetivo de mi cámara. No importa que ocurra antes. Lo importante es que esta ocurriendo y yo soy el protagonista.

 

Buenas noches Madrid. Buenas tardes la Habana.

 

Volviendo a la Habana

Uno siempre debe acordarse de su madre sin ningún lugar a dudas. Pero yo hoy lo hago doblemente: como cualquier otro dia y porque es su cumpleaños. Ella no sabe que escribo desde un lugar recóndito, lejos de cualquier síntoma de comunicación que pudiera darse con medios mecánicos. En fin que no hay forma de felicitarla, así que sí me disculpáis: Mama te quiero, sin ti no podría haber sido lo que soy. ¡Felicidades.!

Al subir lo que podría ser una carretera de montaña, en la cordillera del Escambrey, el coche empieza a oler a goma quemada. Los neumaticos y la suspensión estaban en situación extrema y el coche empezaba en ese momento su descenso. Teniamos el mejor de las "machines"- comento Yosvanni empleado de cubanacar- un " carro" en pelfectas condiciones. La verdad es que yo con esos ruidos no daba un peso por el coche de marca china impronunciable. pero habia que seguir.

Desde lo alto de la colina se avistaba Trinidad, una población con sabor a colonialismo, de calles empedradas y avenidas de palacios con columnas neoclasicas multcolores. La entrada a la ciudad era como un decorado de pelicula, no en vano se han rodado cientos de ellas en sus calles. Conseguimos parquear. ( aparcar) sin pagar un peso gracias a ese angel de la guarda llamado Rita que nos cuida y acompaña durante todo el trayecto. Esta vez estaba seguro de que llegariamos bien porque la familia de Carlos, al despedirse, dijo: mucha prosperidad y mucha paz para todos. En fin que me lío... con lo del cumpleaños se me había pasado hablar de los cafetales.

La plantación de café a la que llegamos después de caminar algo más de 15 minutos por un sendero escarpado y empinado lleno de arboles frutales, gallos, gallinas y algún perro que conformaban asi la fauna del lugar, era un sitio idóneo para pasar el resto del día, sin preocuparnos de más cosas que disparar fotografías.

Manuel,el abuelo de Liliet, su mujer y su hija estaban esperándonos en los cafetales, para mostrarnos el proceso completo de fabricación del café.

Pelar y partír los granos, tostarlos, molerlos, y despues cocerlos. Un relato sencillo y rápido. Un trabajo duro y muy elaborado, pero el resultado es un café puro digno de probar.

Yo no puedo tomar café por mi presión arterial, pero prometo que este no me altero en ningún momento. Parece que el 99% de los cafés llevan productos químicos que producen ese tipo de reacciones en las personas. Desde luego este no se sí fue por el lugar o por la compañía de este marino (Manuel ) que había recorrido el mundo durante 34 años en un barco de pesca, pero yo me encontraba relajado y feliz con las fotos de este increíble sitio y de esta familia.

Pero volvamos a Trinidad. Hay pueblos en todos los países preparados para el turista. Digamos que este es uno de ellos, pero merece la pena visitarlo, dar un paseo por sus románticas calles y charlar con los cubanos que se te acercan para pedirte un peso. Al contrario que en otras poblaciones que he visitado, Trinidad es puro mercantilismo. Aquí casi nadie hace nada a cambio de nada.

Un sol de justicia lo inunda todo hoy, me pesa la cámara, me pesan quizás la intensidad de los días, las emociones confusas que salen a mi encuentro en cada calle, el continuo contraste de la vida de Madrid con esta vida. Quizás me afecta asomarme tan pronto de nuevo al abismo sin haberme recuperado de ese particular viaje a la India, de sus emociones y sus desequilibrios. Pero no me pesa, porque estos viajes me reconstruyen e iluminan, me conforman y me dan vida, aunque hoy eche de menos a todos los míos, aunque en este día sienta como se rompe un poquito mi corazón por la ausencia de un buen hombre, que durante toda su vida fue sencillamente eso: Bueno. Vaya desde aquí mi pésame a su hijo, mi primo, casi mi hermano en otra época, Elías.

El atardecer desde el malecón de Cienfuegos fue un poco frustrante. Llegamos con la cuenta atrás del reloj solar, se nos escapaba la luz, se nos escondía el sol. Las nubes, y alguna rayo esquivo que no quisieron asomarse a mi cámara de manera nítida, junto con el cansancio acumulado después de casi 700 kilómetros de carretera me dejo un poco frío, con la mirada perdida a un mar de olas casi imperceptibles. Al final de este coqueto malecón una península, un bar con mojitos, la brisa del mar y brindar por nuestras ilusiones.

El camino de vuelta a la Habana: muy duro. Carreteras sin pintar, ciclistas y viandantes cruzando de lado a lado y luces de cruce interminables añadían tensión al cansancio de este día. Todavía quedaban mas de 300 kilómetros por delante y el ecuador de un viaje que hasta ahora estaba resultando más que perfecto.

Por delante todavía muchos días para ver distintas comunidades en la Habana. algunas como la de xxx con un proyecto de huerto ecológico que crece y crece sin parar dentro de la Ciudad. Hombres que juegan al domino en la calle, gentes que se acicalan en una barbería de chapa con todo lo necesario para estar " bien bello", en definitiva, la ciudad ardiendo, viviendo, construyendose cada día de nuevo.

¡Bandolera! Le grita al otro lado de la calle una mujer a otra... No me des chucho le responde aquella.... ( no me vaciles).

Y así se pasa la vida, por las carreteras de este país rebosante de cultura, amigo de una buena conversación y destino de las buenas gentes que quieran compartir un rato de sus vidas.

Buenas noches Madrid. Buenas tardes la Habana.