martes, 23 de octubre de 2012

Delhi

Delhi no se parece a nada, no es semejante a nada... Es auténtica en sí misma. Son las nueve y media y estoy en la T3 de la ciudad más grande y capital en la actualidad de la India. Aunque el día de hoy empezó a las cinco de la mañana....

Udaipur se queda a mi espalda, me retuerzo en el asiento, algo me conmueve, este estomagó mío me dice que volveré a verla algún día. Son sensaciones que no he tenido en los días pasados, quizás sea " el primer antes y después" de este viaje. Porque estoy seguro de que habrá más.

Con el sol bien alto en el cielo de la ciudad, recorro las principales avenidas sin apenas ruido, sin rastro del atronador trafico de otras urbes de India. Tampoco hay demasiadas personas, apenas un puñado por las calles. Pareciera que una bomba química hubiera eliminado a la mayoría de los habitantes, dándole un sentido algo fantasmagórico a los pocos transeúntes con los que nos cruzamos. Y como siempre todo tiene su explicación.

En mi casó es el sueño: son las nueve y media de un domingo de octubre. No hay casi coches porque no debe haberlos y yo llevo un retraso en el sueño importante. El tiempo pasa tan deprisa. los días son tan intensos que he perdido el sentido del espacio y del tiempo. Es domingo pero aun así no parece que estemos en India.

Nueva Delhi es ciudad de ciudades. Hasta siete fueron aglutinadas por esta " Nueva" que durante años fue capital del imperio británico.



He llegado a Delhi para unirme a un grupo de fotógrafos con los que pasare algunos días. Son personas con un sentido especial de la fotografía, ávidos todos ellos por aprender unos de otros. Vamos en dirección al Delhi antiguo y...

La parte vieja de la ciudad, llamada Old Delhi, es un laberinto de estrechas y aglomeradas calles, callejones, concurridos bazares, y algunos interesantes monumentos ejemplos de la arquitectura indiomusulmana. Uno de ellos es una antigua estación de trenes, al lado como no, de un mercado de puestos de comida rápida en la calle. Nos perdemos por entré los techos de telas de colores, con los olores típicos de la zona a los que no acabo de acostumbrarme del todo. Somos la atracción de los lugareños, interrumpiendo su comida con nuestros disparos a la caza de " la foto " . Ninguno nos conformamos con menos. Paramos en una teteria a la usanza de Delhi. Un te masala típico del lugar que contiene té negro,leche, azúcar, cardamomo, gengibre, clavos de olor, canela. Es energético y estimulante y dicen los que saben hacerlo que provee de fuerza de espíritu. ¿ quien no necesita, al menos, un te cada día?.



Continuamos el paseo charlando con las personas que se acercan a observarnos y muchas veces a colocarse delante de nuestro objetivo. Este es un pueblo especial, las sonrisas, los espacios donde las palabras comunes se convierten en idioma, el poder de los gestos, la verdad de las miradas que a veces distraídas se atreven a llamarte y a contarte tantas cosas....

Barberías en el pequeño espacio que dejan las aceras, zapateros remendando viejos cueros que serán utilizados durante años por algunos pies cansados, viejos rickshaw vacíos esperando a negociar un buen precio con sus duros clientes, y miradas, espejos de cristal donde reflejarse y leer las infinitas verdades de las calles de esta ciudad.



No es Delhi una ciudad amable, no es un lugar por donde pasear admirando la belleza de sus calles. Es una ciudad muy dura, llena de contrastes que nos hacen reflexionar una y otra vez acerca de la vida en este planeta que se extingue.



Las personas, los lugares, los recuerdos, las ausencias. Sin duda una mezcla de pasos que mirando unas veces al suelo , otras veces al vacío, me acercan a la realidad en la que vivo, recorriendo la soledad por la que vagó en estas calles tan vivas, en estos rincones abandonados del mundo donde muchas caras que ahora me llevo dentro de mi cámara, luchan por salir adelante sin más ayuda que la ilusión de seguir viviendo, sin más ilusiones que las de ver amanecer un día más camino de su sitio, algún sitio, rompindose la espalda acarreando carros, los brazos porteando sacos mas grandes que sus cuerpos o las piernas a bordo de un ricksaw sin mas motor que su esperanza, en definitiva la confianza minima por encontrar cada dia su lugar en el mundo.







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