Llorar, dejar que las lágrimas resbalen hasta fundirse con la piel. Dejar que los ojos asombrados irradien la luz que necesitan estas calles tan apagadas por la miseria y también por una especie de felicidad desconocida para los occidentales.
Una madre coge a su hijo de la mano en medio de una avenida de 6 carriles. No se porque precisamente ahora, cuando el niño llevaba más de 5 minutos esquivando los coche sin más armas que su sonrisa.
Un policía pasea del brazo de su mujer y la mano de su hija. Parece más que se hubiera disfrazado para la ocasión que un oficio en desuso en esta gran ciudad.
Munbai tiene alrededor de veinte millones de personas cansadas, felices, afligidas... las miradas lo dicen todo. Cuando digo censadas es porque en realidad como en toda gran ciudad podríamos decir que aquí se mueven más de treinta millones. Miro la sinfonía de claxon y música salida de los mismos slums que se mezcla con los olores típicos de la ciudad, Safur, mi chofer hasta el hotel, me explica en inglés hindú que esta ciudad es la capital del país por tamaño y cultura, que Delhi tan sólo es una capital política. Parece que moverse tantos kilómetros no es suficiente para seguir escuchando la eterna reivindicación de los que quieren ser más que los otros, de las eternas rivalidades. A casi nadie he escuchado que quiere sumar para ser más ricos y seguir evolucionando de manera lógica.
Cuando hemos llegado al hotel me ha recorrido una sensación extraña: lo que había sido un trayecto de más de dos horas por las calles de Munbai en perfecta armonía, de repente se tornaba inseguridad y asombro. Entramos en un recinto viejo y desvencijado con una recepción en un primer piso que ni en las películas han logrado nunca retratar de una manera tan lúgubre. El encargado de la recepción ( que podría haber sido cualquiera de las personas con las que me había cruzado en las más de horas de viaje. Aeropuerto hotel...) abrió un enorme libro y apunto los datos de mi pasaporte una vez más. Al menos seis personas diferentes lo habían hecho en las últimas horas..... Preparan sus mantas para dormir en el suelo. el calor es sofocante, los sonidos que parten del resto de los habitáculos es inquietante. Quizas es lo normal, pero en ese occidente cruel del que vengo, escuchar canciones o palabras en arabe es motivo de temor. Infundado con toda seguridad. Aquí la gente es muy amable. El hotel esta lleno de musulmanes, pero nadie se mete con nadie.
La habitación es una cama dura desde la que os escribo, un armario que mejor no abrirlo y un aseo, ¿aseó? Con un cubo y una jarra para el agua... Desde que estuve en el Sahara no había visto nada igual.... La puerta... dios mio!!! tengo que adelgazar o mañana no podré salir por ella...
.¡¡¡¡ Esto es la INDIA!!!
En seguida me dije, no hay dolor joder, vamos a la calle, a deambular por las calles, a mezclarme con la gente, aunque la calle sea oscura y no sepamos muy bien donde tenemos que ir.
En España me habían hablado muy bien de un restaurante en esta zona llamado Leopold...
Leopold café estaba a tan sol diez minutos del hotel. Suficiente tempo par ver ratas y gatos que huían de ellas ( el mundo al revés...) y perros abandonados que no podían casi ni levantarse para comer.
Entretanto yo ya estaba sentado bebiéndome una jarra de cerveza bien fría por casi dos euros, bastante razonable si pensamos que es el bar de moda de Munbai , observando como el mundo en tan solo unas horas habia cambiado a mi alrededor, como la civilización podia ser tan diferente, como la suerte influye de manera determinante en nuestro lugar de nacimiento: si en vez de Madrid hubiese sido Munbai....
Después de una cena digamos que de apertura de este viaje salí a recorrer las calles en busca del famoso monumento de la puerta de la India pero lo encontré apagado, sin una luz y decidí volver a mi humilde morada para dormir y soñar con el verdadero inicio del viaje: Palitana y sus más de mil templos de la religión ja insista.
Me voy a dormir....
Buenas noches Munbai. Buenas tardes Madrid.
Tarde, como siempre, pero aquí estoy, esta vez leyendo tu blog a miles de kilómetros y en el sofa de mi casa, pero con la misma sensación de descubrir cosas nuevas, esas cosas que solo tú ves, aunque lo de las ratas..por si acaso no comas nada que tenga la apariencia de pollo o conejo..
ResponderEliminarBueno, me voy a la otra entrada, que ya tengo ganas de ver como subes las miles de escaleras para ver los templos.
Cuidate y disfruta.
LC.