martes, 27 de octubre de 2015

Por fin Chaouen.







Decía Antonio Vega:
Azul, líneas en el mar, que profundo
y sin domar acaricia una verdad.
Eh, tú, no lo pienses más,
o te largas de una vez o no vuelves nunca hacia atrás.
Al levantarme fue la primera pregunta que me hice: ¿Y tu?. Tu ya no estas.

Día feo, de lluvia y tormentas, de neblinas y toxicas noticias. Día de anuncios que rompen esquemas como el de la carne en todas sus variantes. Y día de sobrecogimiento como el terremoto de Afganistan. Terminadas las noticias, el dia como siempre, tiene que parecer espectacular.
La lluvia atenúa y el viento es una leve brisa que limpia los sentidos y los convierte en un brillo de colores azules intensos, blancos llenos de luz y eso quiere decir que entramos a la Medina de Chaouen. 

Lavaderos


Por la carretera de los lavaderos inundando la colina  se divisa el infinito de casas que se acomodan entre en sus faldas, colmando de colores azules, rojos y blancos la ciudad de Chaouen. Seguimos bordeando la carretera hasta llegar a un edifico que protegía un campo de fútbol de ceniza y las escaleras que bajaban al rio con sus zarzales e higueras haciendo de paredes vegetales  en el camino, me han devuelto a la época del pueblo, de la recogida de aceituna, del huerto de la bermeja donde mi tio me enseño a plantar cebollas, tomates, pepinos..etc… . Aquellos recuerdos han quedado detenidos unos minutos en ese sendero dirección a los lavaderos.  


El sonido de las acequias con el agua brotando limpia por sus paredes de cemento me recuerdan a la niñez. Arriba, levantando levemente la cabeza me ha mantenido la mirada un puente de ojos cuadrados, limpio por sus lados,  sin defensas: El puente de los portugueses. Construido por los presidiarios portugueses apresados en las costas de Ceuta en los mil y un intentos de adueñarse de la costa mediterránea es un acceso mas a la medina de la ciudad. Por sus calles brota el agua sin parar y dentro de las casas todavía se conserva algún molino de agua que ha sido conservado por la diputación de Granada y que ahora son patrimonio de la ciudad.

Rif Sebbanin, el barrio de los lavaderos. Hasta cuatro he conseguido ver en perfecto estado. Tan sólo en uno había actividad pero los fines de semana las mujeres llenan cada tabla de ropa y jabón mientras el agua corre sin detenerse limpiando cada pieza amontonada en los muchos barreños que se apilan en el suelo.

Va a ser muy difícil describir las sensaciones que producen estas estrechas calles de la medina de Chaouen. Divisar a lo lejos el minarete de la mezquita de los andaluces, la mas antigua de la ciudad es adentrarse en un mundo distinto, en un espacio de recogimiento, en un silencio poco común, en calles llenas de pequeños bazares llenos de telas y artesanías.

Definitivamente este lugar me ha metido de lleno en Marruecos. Los colores y sabores de esta ciudad sirven de pulso al país, me llevan a pensar y hacerme una idea de que estoy en una tierra llena de posibilidades, un lugar donde hay muchas cosas por hacer. Si el capitalismo no acaba con ellos, Marruecos puede, pasados algunos años,  convertirse en un largo destino de vacaciones o porque no, en un destino para vivir. Aunque para eso quedan mucho trabajo que hacer. 



Los minaretes llaman al rezo. Las calles se vacian y el click de la cámara es un estruendo en el reposo de los callejones y pasadizos que confieren un aire misterioso a este lugar. Apenas se oye el especial ruido de algunas babuchas al rozar las empedradas calles. Apenas leves sonidos confusos que se amontonan unos detrás de otros cuando los niños vuelven de la escuela. Yo mimetizo mis movimientos para poder esconder mi ojo entre las calles y robar alma tras alma las postales que me llevare a Madrid. Me quedo con un pedacito de su esencia. Espero dejarles unos gramos de emociones, buena charla y sentido del humor.

Me he sentado a charlar con Rachid, mi tocayo, aunque a él le habría gustado más que saliera de su bazar con las manos llenas de bolsas. “Todavía estoy esperándote amigo. “ me decía en tono burlón al caer el sol y ver que seguía regateándole con palabras cada iniciativa de venta que él me ofrecía.
Mohammed, el del telar del barrio ER RIF ANDALUZ, no se ha preocupado tanto por vender mas que por enseñarme como se usaban las manos, los hilos y el resultado final. Se le veía orgulloso de su labor, entretenido en su cometido. Cada dia hacia un metro cuadrado de tela. ¡Precioso.!.

Abdul en cambio es un bereber del sur del Sahara. Vende sus motivos tribales en latón y cuero y se sienta en el suelo con un te a charlar de sus amigos españoles. Le gusta que le cuente como es Madrid y cuando le hablo de como se vive allá, se ríe incrédulo con esa expresión de : ¡estos son gilipollas!.

Y asi una vez mas el camino acaba en la Plaza de Uta Hamman.


La lluvia ha hecho que las calles se derritan a nuestro paso. Los adoquines y empedrados se disuelven en reflejos de agua y luces amarillas donde se calcan las pisadas de los vecinos que suben y bajan por las empinadas calles de la medina. Las chilabas y el chador de las mujeres conforman el óleo con que se dibujan los paisajes de esta ciudad. 

Medina de Chaouen al anochecer.


En general reina el respeto, la cortesía y la amabilidad. Me he sentido bien recibido por la mayoría de las gentes de este lugar. Son hospitalarios. Son educados y cordiales. Hay una cierta barrera cultural que cada vez veo mas cercana, mas llana, menos agresiva que cuando hace años bajaba por aquí.

El clima ha sido desapacible. Las piernas empiezan a resentirse y piden un descanso a gritos. Pedro ha buscado las opiniones de un sitio para comer llamado Sofía. Es un lugar medio escondido en un callejón del barrio Andalusi. No tiene nada especial. Ni las mesas ni las sillas…y encima tenemos que esperar media hora. Pero ha merecido la pena. La harira de verduras: de lujo. Y el Tallin de pollo con verduras espectacular. Sofia, en Chaouen. No para de hablar. No para de cocinar. Le luce mas lo segundo… .

Desde Londres las noticias me emocionan. Son alegres, llenas de animo. En Madrid todo sigue su curso, la vida continua y tira mucho de mi. ¡Son especiales.!

Mañana cambiamos de costa. El olor del Mediterráneo se torna a sabor del Atlántico. Estoy deseando ver la puesta de sol de Asilah. Pero eso será mañana. Ahora mi último pensamiento es para los sueños donde vaguemos juntos sin mas.

Buenas noches Londres.

Buenas noches Madrid

Buenas noches Chaouen.

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