viernes, 25 de noviembre de 2016

El dia de mañana.






Historias. Imágenes que capturar para cuando solo seamos eso, historias. Calles vacías, comercios detenidos por el paso del tiempo. Guerreros dormidos que buscan su lugar en cada pasaje, surcando cada relato, ahogándose entre palabras provocadas. Tormentas de golpes en forma de recuerdos repasando cada rincón, cada espacio que detenido pasa una y otra vez por esos recuerdos en forma de historias que se  entrometen en esa inquieta paz que nos inventa cada día.

 Y es que los sentimientos tienen su propio lenguaje, su manera de penetrarnos y empaparnos de vida hasta los huesos. Tienen la astuta educación de hacernos sentir en armonía. A veces las familias e incluso las parejas sonríen con denostada elegancia y todo resulta en calma. Pero yo he visto que hay más verdad y son más cómplices dos que se pegan y al final abrazan la nobleza del otro, que tantos que se miran con la insana intención de no querer, de no sentir, de no resistir.


 Decía Cortázar que hay que arriesgar el presente, que hay que sobrevivir a los pecados propios y predecir los ajenos. No hay que bajar la guardia, no hay que llenar de sombras ese horizonte preciado de nuestra imaginación, pero tampoco hay que dilatar demasiado la espera de un final sin consecuencias. 

Cada paso de esta gris mañana por Praga es una reconciliación. Cada paisaje desde cualquier mirador es un extraño bautismo. Una paso hacia delante. Un corazón que busca recomponer sus piezas aunque no a cualquier precio. Cada golpe, cada desafío, cada mirada que rota pliega velas hacia dentro de uno mismo está intentando reconstruirse desde la humildad y el ejemplo. También la sonrisa, la tolerancia y el respeto. 

Hoy los puños están bajos pero las cabezas muy altas. Hoy el azote intenso y el sudor con mayúsculas quedan lejos, en los gimnasios donde seguro todos han de volver. Pero el día se presta a descansar el espíritu y el cuerpo. El alma va por libre. Las calles de Praga nos abrazan y vinculan a su ciudad como si quisieran ser el alojo de esas historias que a buen seguro un día no muy lejano cautivaran a muchos niños, a muchos alumnos, a muchos…

No luce el sol. En apariencia es un día feo, de esos días opacos y grises que nos hacen retroceder en las tardes frías del invierno. Uno de esos amaneceres difusos que no nos indican nada ni nos dan la  pauta necesaria para seguir una dirección, para abordar el rumbo elegido. Los dolores se enfrían y duelen mas por el recuerdo que por si mismos. El puente de San Carlos nos da la alternativa con la esperanza de que ese cruce de caminos que siempre son los puentes nos haga ver la otra orilla y saber que todo lo mejor está por llegar. Y que estas historias que ahora anidan en nuestras cabezas, algún día se las regalaremos a los nuestros, y ellos se emocionaran con cada minuto de brillante contenido. Nuestro instante de gloria. Nuestro lugar en el mundo. 



Quedan días, amaneceres y distancia por recorrer. Quedan kilómetros por aprender y avenidas por las que dibujar con letras de oro el futuro.
Queda mucho por recorrer porque después de todo, del agotamiento y el cansancio, de los golpes y las heridas, a pesar de todo ello, apenas acabamos de empezar.

Buenas noches Praga.

Buenas tardes Madrid.

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