miércoles, 23 de noviembre de 2016

Golpe a golpe.





Praga. Niebla. Humedad en las palabras que resbalan por nuestras bocas cansadas a las seis de la mañana. Es día de angustia. Día de campeonato, de sombras y dudas detrás de esas miradas perdidas. Campeones de pasado incierto y futuro borroso, como esos sueños de ilusiones que reposan en la almohada del desvelo pero también del consuelo incierto cada noche.

Todas las miradas observan. Todos los ojos fijan objetivos esta mañana. Nadie descansa. Nadie se permite la licencia de no vigilar. Cualquiera puede ser el adversario. Cualquiera puede tener en su guante el golpe que te llevará a la lona. Una lona fría lejos de casa. Una lona tardía y limpia donde los sueños desconsolados rompen a llorar y mojan de sal todas las promesas.

Los golpes se amontonan en la antesala de las peleas. Todos calientan con un ojo en su entrenador y otro en el adversario. Todos le pegan fuerte, o al menos hacen ruido para que el resto se entere, para que todos sepan a que han venido. La pelea empieza mucho antes de pisar la lona. 





Vendaje de manos. Ajuste de pantalones y protecciones. La coquilla bien sujeta y los agarres en su sitio. Camiseta bien pegada, que todos vean los meses de sudor y angustia de cada entrenamiento, que todos se alineen al paso de los competidores cuando marcan con su aliento el paso hacia las jaulas de pelea.. Un último saludo de gloria para ellos que van a luchar y dejarse buena parte de sus ilusiones entre esas rejas que les retienen en el fracaso o la gloria.

Cada golpe es una amenaza a la propia vida, un desafío que cada uno de estos chicos le hace al futuro. No piden nada. No buscan mas que su propio reconocimiento después de una vida cargada de calle, escaso trabajo y mucho sacrificio tras cada saco, detrás de cada asalto que le hacen a la vida. Sus miradas pesan, llevan plomo y muchas sombras. Les sobrevuelan tormentas que esperan aclarar en esos ring en forma de jaula en los que se enfrentan sobre todo a si mismos. La suerte está echada mucho antes de empezar y los días acumulados de entrenamiento, sudores y amor a esta competición les empujan camino del megáfono que dicta su nombre al ritmo de un puño levantado que indica que soy yo…

  No importa de qué lado han caído las victorias o las derrotas. No importa si los golpes recibidos o lanzados han abierto heridas o cerrado sueños. No importa si los motivos se hacen más grandes o si el cansancio se acumula y todo se vuelve bruma y las calles pesan y la humedad se instala en nosotros reduciéndonos la visión y con ello ahogando el futuro y cubriéndolo de dudas.


No importa con cuantas ganas respondas a los golpes porque al final la vida los encaja y te empuja a continuar. No importa si la habitación de repente se llena de silencio y los ojos se llenan de rabia. No importa si te invade esa sensación  de abandono lejos de todo porque las palabras se suceden en una única dirección : ¡ánimo campeón!. Te fuiste como un campeón y vuelves como un auténtico ganador. Porque la vida nos reparte los golpes sin remisión y nos enseña a levantarnos de manera ágil y rápida, como en cada entrenamiento, como en cada pelea, como cada día donde la vida nos enfrenta a las dificultades y aprendemos a esquivarlas y seguir adelante.
Nunca es fácil acariciar con la punta de los dedos el éxito. No es fácil doblegarse una y otra vez en busca de unos sueños que difícilmente  llegan. Pero no es mas rico el que mas tiene sino el que mas sueña. Mentes que devoran páginas llenas de vida. Lugares desde donde asomarse a uno mismo y sentirse reflejado con la mirad del otro. Y vidas que se cruzan. Y canciones que se cantan solas en medio de una jungla infinita que nos hace un paréntesis para darnos unos días de tregua.  Sabemos que la vida nos reclama a unos miles de kilómetros pero por hoy tendrá que esperar. 

Mientras tanto, los brazos se caen, las sombras se mezclan con los verbos que solidarios se abrazan al compañero del lado mas cercano para caminar junto a el, como una letanía mas de esos duros días de sudor y sacrificio. Ahora es tiempo de arrancarle una sonrisa a tu socio, a ese hermano que sin saberlo la vida te ha regalado. Y seguir caminando, juntos, caminando. Hasta donde la pelea nos lleve.

Camino distraído por las calles del extrarradio. No dejo de pensar en los motivos que me han traído hasta aquí. Como en otros viajes, fue hacer la maleta, preparar mi cámara y viajar para pensar horas después cual eran las razones de Praga o tantos otros lugares en el mundo Pero me llevo una lección de vida de los ojos de estos chicos, de sus sonrisas y sus puños. Sé quienes son. Sé quien ganó esta mañana. He visto sus manos llenas de gloria. Y ahora las calles de Praga inundadas de vida a su paso. 

¡Gloria a los campeones.! 

Buenas noches Madrid.

Buenas noches Praga.






 

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