miércoles, 7 de noviembre de 2012

Nepal: la cumbre del adiós.

El humo del incienso se deja ver entre los rayos de sol que atraviesan mi habitación. El olor tenue y a la vez intenso de las varillas se hace más notable al levantarme de la cama y abrir la puerta a los sonidos de esta ciudad despierta.

Salgo a la calle con el ánimo de hacerme invisible, sentarme en una plaza y observar como pasa la vida en esta ciudad, sin que nadie repare en el turista y tan solo vea un ciudadano mas. Los niños acuden al colegio cargados con sus libros, a veces las mochilas pesan tanto que son ayudados por sus hermanos en una tierna fotografía matutina. Los autobuses paran para recoger a profesores y alumnos en la ruta pero la mayoría camina hasta su desino. Es un día cualquiera en una ciudad cualquiera.




Los campesinos bajan sus cosechas con el ánimo de liquidar la mercancia lo antes posible y poder volver pronto a casa, mientras los comerciantes esperan a que los primeros turistas aparézcan, allá por la diez de la mañana. En casi todos los rincones de Baktapur se oye la canción de moda: " ॐ मणि पद्मे हूँ, oṃ maṇi padme hūṃ " el mantra de seis sílabas más famoso del budismo con música chunda chunda, al más puro estilo pop... Después de tantos días echaría de menos no escucharla.

El sol esta muy alto y molesta cuando se alza la cabeza para admirar los altos edificios. Las fotos saldrán quemadas de luz, aún así las muchas camaras que a esas horas empiezan a funcionar disparan sin parar los recuerdos que un día sobrevolaran a las distintas ciudades del mundo de la mano de las personas que pisan hoy esta ciudad.

Hoy haré el turista, caminare por las calles mirando las tiendas y haré fotos a los monumentos ( asignatura muy pendiente pues no me salen nada bien....). Guardare los profundos pensamientos en mi maleta, para cuando las cosas vayan mal dadas por Madrid, para cuando mi adaptación al trabajo y los ritmos propios de la ciudad me intenten ahogar sin remedio y me sea necesario un refresco esperanzador. Me sentare en silencio en los cafés y reprimiré mi charla con cualquiera que se acerque, lo limitare a monosílabos o frases cortas que no me aten demasiado así al recuerdo.

Es difícil releer esto sin pensar que dramatizo, difícil no pensar que tampoco será para tanto, y puede que sea cierto, pero cada vez me cuestan más las despedidas y cada vez menos los cambios, entendiendo por cambios ir a lo desconocido. Para mi Madrid es conocidísimo y en parte es una ilusión, y en parte una tortura, pero gracias a esa tortura hoy estoy aquí.

Pasa ante mi un niño de cuatro años parapléjico ayudado por un andador y por una voluntaria, que parece ser europea. El niño se cae, es difícil caminar por los irregulares adoquines que pueblan la ciudad. El primer instinto es ayudarle, pero enseguida su guía le enseña a levantarse sin ayuda. Poco a poco y con un denostado esfuerzo, el niño se levanta a la vez que una gran sonrisa puebla su cara. Pasa ante mi ahora, tambaleándose al ritmo de sus débiles piernas y lo agreste del suelo. Los chinos gritan ( como siempre) ajenos a todo. No me gustan los chinos, cada día menos.

Son casi las doce de la mañana. Me gustaría coger el teléfono y hablar con la gente, contarles cosas, ir metiéndome poco a poco en la rutina de mi vida. Cuando pienso en el fin de noviembre que me espera me agobio un poco, aún sabiendo que no estoy sólo, espero que la responsabilidad no me abrume en exceso.

Después llegan las Navidades. Ese famoso 21 de diciembre que probablemente yo ya este pasando en este viaje.

Último sorbo de mi capuccino y a seguir.







He hecho algunas compras, muy pocas, por la falta de dinero y porque cada vez que entro en una tienda me enrollo como las persianas. Como se nota el inglés, como fluye poco a poco, como estar al límite te hace que aprendas a la velocidad de la luz. Todo el día practicando, sin nadie a tu alrededor que sepa una palabra de castellano te empuja al precipicio de las palabras y es asombroso la manera en que la mente responde, desinhibiendose de todos los prejuicios y afrontando todas las dificultades. Los controles de policía en los aeropuertos, el día a día en la calle, y ahora las conversaciones con los paisanos del lugar, hablando de los hijos, el negocio y la vida.

La gente me saluda al pasar por las principales calles. He sido su atracción durante muchos días camara en mano metiéndome en sus negocios, buscando las caras e incluso traspasando el umbral de sus casas para buscar la imagen que me dejara satisfecho. Así se conoce a la gente. Unos te abren las puertas y otros te las cierran, hasta algunos han sacado su cámara del móvil y han sido ellos quienes han disparado contra mi.... Tiene su gracia, sobre todo cuando la enseñen en casa... .Seguro que hay palacios que he dejado de visitar como se debía, pero las gentes, esas con las que he vivido estos últimos días, me han dado casi todo lo que necesitaba de este lugar. Seguro que el tiempo me contara muchas más cosas de este viaje singular de las que creo que he vivido, seguro que el tiempo tambien reposara los recuerdos y los hará en algunos casos tenues y en otros brillantes como la luz del sol.

Aquí me dejo parte de del pasado, de otra vida, y purifico la venidera en las aguas del Ganges , del Bagmati con Shiva o con cualquier manifestacion divina o no, que quiera guiarme, y cumplo otra etapa más con dosis de riesgo e ilusión adolescente, un lugar de mi existencia al que seguro acabare volviendo, una vez más.

Buenas noches, por última vez, Baktapur.

Buenas tardes Madrid.

 

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