lunes, 20 de febrero de 2012

Verona: fin del camino.





Antes de salir de Eslovenia y entrar en Italia, me dejo llevar por la corriente hasta el mar de Kopec. Esta    pequeña ciudad situada al sur del país mantiene a duras penas una plaza con estilo veneciano influencia de su histórico pasado. El mar da una dimensión nueva a este viaje, desconocida, me atrevo a decir que inesperada. Apenas unas horas para comer al borde del mar y tomar un "caffè con latte e schiuma" y salir en dirección a Italia.

Trieste es una pequeña población del norte de Italia. Sus casas y sus calles cobijaron entre otros a Rainer María  Rilke donde escribió una de sus obras fundamentales "Elegías de Duino". El sol ciega cada metro de costa poniendo a prueba la resistencia en los últimos tramos del recorrido. La ciudad es el vivo reflejo de una Italia mas bien sucia y desordenada, que sorprende por su historia y belleza en medio del caos descontrolado y ruidoso. Es el momento de la puesta de sol, desde el castillo de San Giusto. Un espectáculo digno del mejor final...del día.


Atardecer desde el Castillo de San Giusto en Trieste



 Conducir una noche mas, entretener a la rutina con mas rutina para llegar a Verona, el destino olvidado, la última de las sorpresas. Este lejano lugar donde debía acabar esta aventura estaba por fin ante mis ojos. De manera despiadada, sus calzadas empedradas hicieron sonar las ruedas en la nocturnidad de las calles. Colores dorados envejecidos señalaban " La Arena" como símbolo de una ciudad de culturas pasadas y momentos de incierto presente. Los sueños se reflejaban ahora en las esquinas rectas y regulares  de sus característicos edificios con sabor a Roma. Definitivamente es este un invierno distinto al de los días pasados: su color, el dulce pasear sin guantes ni gorro, el pañuelo ligeramente retorcido por un suave viento que esparce y contiene a la vez las palabras que no me atrevo a decir, que no me atrevo a pensar. Poco a poco se hace de noche también para este viaje. Se empapan mis retinas de las últimas fotografías, de los últimos espacios que quedan en blanco en mis recuerdos. Se abren mis brazos queriendo abrazar la vida, y a la vez llenadose de ausencia....

La Arena

Intensa y ruidosa en la mañana, Verona, ciudad de siglos, se encontraba con una brillante luz  después de días de nieve,  frio y penumbra. El olor a pizza recién horneada se dejaba adivinar por las viejas calles de esta ciudad de tonos rojizos y ocres. Sus plazas, sus pasadizos y escondites hace siglos que escuchan el latir de los sentidos entre delicadas palabras con sabor a literatura:
 " Yo pretendo que haya poesía en mi vida, y aventura, y amor. No la artística impostura del amor, sino el amor que es capaz de derrumbar la vida, impetuoso, ingobernable como un ciclón en el corazón ante el que nada se puede, ya te arruine o te embelese. Yo debo sentir ese amor. " 
W . Shakespeare.



Balcón de Giullieta en Verona
Caminando por la Via Cappello, la multitud se aglutina en torno al número 27. Parece que en 1303 dos familias rivales asistieron con asombro al desenlace del amor en Verona:  el de un tal Romeo Montesco y Giullieta Capulleto . Si es verdad o mentira, no es importante ahora. Infinidad de  personas  buscan con inusitada ansiedad el balcón de Giullieta y la casa de Romeo Monetesco para emular aquel AMOR.



Algo saben estas calles de mi locura. Algo debe gritar mi corazón cuando el silencio se conmueve a cada paso. Y otra vez es el agua, ese sonido que sin saber porque arrastra mis sentidos hasta el  Ponte de Pietra. Un insólito paisaje que se expande de repente ante mis ojos. Las calles estrechas, los túneles y plazas han dado paso a un paisaje  de armoniosa libertad. Cúpulas, teatros romanos, cipreses, cementerios, edificios de inusuales colores se dan cita desde este mirador de piedra. Debería llevar siglos en pie pero ya se sabe que la barbarie es un síntoma de progreso y así  las dos guerras mundiales hicieron que el puente "progresara" en ambas y tuviera que reconstruirse en su totalidad al finalizar cada una. En la de 1945 se reconstruyó este puente romano con material original recogido del lecho del río y de los alrededores. Esta obra duró cerca de veinte años.

Ponte Pietra Verona

 El agua, su sonido, la espera delicada de las rocas rompiendo con la  espuma el caudal de luz que provoca su abundante recorrido.
Los pasos, los espacios, las miradas profundas de un desprevenido instante que marcará la vida para siempre.
Las sombras, la penumbra, las heridas que la vida te provoca y no se cierran, las verdades que descansan sin motivo, en una gran mentira.
Los amaneceres de colores opacos, de tonos vencidos por una madrugada sin brillo, por una ventana que no se abre si no la empujas, por una estrella que se apaga si no la miras.
Las caricias que eran tuyas y ahora son de otro, los besos entregados, los robados, los defraudados roces contra unos labios que son ajenos, hoy.
El viaje que se acaba, el inicio de otra vida que te empuja a un vacío sin brillo, a un presente lleno de incógnitas, a una isla que esconde el tesoro del futuro. Última etapa, últimas horas, últimos kilómetros que transitar desprevenidos y como siempre improvisados. ¡Vamos!


Encima de este puente un aire que todo lo recorre, es hoy el mensajero de un adiós casi evitable en un acto de locura imaginaria que podría tener como resultado,  la silenciosa escapada, el discreto escondite donde quedarse oculto sin mas motivo. Aunque, como diría en un tono de reproche, la mano que tantas noches me quiso, seria una huida, un escapar de uno mismo...  y eso parece difícil,  es un final mas bien presentido.


Ando cabizbajo. El cansancio y quizás las caricias que este maltrecho corazón  no consigue hacer cicatrizar son una carga pesada lejos de mi refugio. Empiezo a echar de menos mis " medicinas", mis "ungüentos" el olor de mis sábanas, el vacío de mi cama..
Las manos quieren esconder las dudas y los ojos quieren dejar de mirar en dirección a ningún lado. Con la suavidad de los recuerdos bautizando cada espacio desocupado  de mi memoria, me limito a reconstruir con denostado esfuerzo cada kilómetro de esta historia sin final.

Pero las  vivencias se han quedado dentro y es tiempo de meditar y recurrir a la consideración de mis sentimientos las palabras escondidas que se acumulan y rebosan en mis cuadernos de viajes. Es tiempo y lugar para la compostura y la sugerencia, para la distancia y el estudio de cada color, de cada sabor, de cada verso dilatado por mis pupilas en forma de fotografía. Es tiempo de seguir viviendo y dejar reposar tantos recuerdos.

La  pasión por la vida debe tener recompensa y ser solidaria cuando una lágrima rebose solitaria por esta insolente mejilla. Las caras de mis hijos me harán recordar que siempre he de volver, que debo seguir luchando, al menos, para buscar su abrazo, al menos para seguir llenado de sus sonrisas la maleta de mi vida.

¡¡¡¡¡Gracias por recorrer " Los caminos de la memoria" a mi lado. Buen viaje a todos y hasta la vista.!!!!!



Solitario pescador al caer el día. Trieste.





3 comentarios:

  1. Gracias a ti, compañero. Yo también quiero tu abrazo, y tu sonrisa.

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  2. Lo tendrás siempre, estés done estés. Me encanta que llenes tu maleta de esas sonrisas... Que no se acaben nunca!!!! Un abrazo... y una sonrisa...

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  3. Gracias por tu paciencia infinita, por tu buen humor, por hacerme reir hasta saltarme las lagrimas, por querer mandarte a paseo hasta saltarme las lárgrimas, por la comida envasada al vacio, por los cafes con espuma, por perderte y luego aparecer siempre, por replantarme cada cosa que hago o que digo o que no hago o que no digo, por tu conversación, en definitiva por estar ahí. Ha sido toda una experiencia, Mil gracias compañero y siempre amigo.

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